sábado, 9 de mayo de 2020

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El Principito: Análisis a fondo de Frases del libro (Post Complementario – Parte 3) / Reseña Literaria

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El libro El Principito” tiene poco más de trece mil palabras. Es una obra literaria corta en párrafos, pero con mucho valor filosófico y moral. De lo poco que escribió Antoine de Saint-Exupéry, se recopila casi todo el texto de la magnífica novela. Las frases las hay por doquier, en cada diálogo de los personajes y en cada pequeña parte de la historia narrada. Lo normal en un libro, es encontrar frases que deben subrayarse o señalarse con un pósit cada cierto número de páginas que se van leyendo, la costumbre es marcarlas, por ejemplo, cada cinco o diez páginas; sin embargo, en “El Principito” no ocurre eso, ya que no es necesario pasar las páginas para encontrar una frase, éstas están en prácticamente todas, hasta diez en una sola. Algo que no he visto hasta ahora durante mi trayectoria de lector.

Veamos en seguida tres frases más en esta sección de la serie de análisis:

Frase 7: “Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo.”

El narrador, al final del libro, recuerda al Principito seis años después de su desaparición. Con decir “olvidar” no significa que en realidad quiera sacar a su amigo del recuerdo. Más que todo lo dice por el dolor que le causa el tenerlo lejos. Quizá no vuelva a verlo como lo hizo en su encuentro en el desierto, pero el niño siempre aparecerá en su corazón, no sin sentir nostalgia y anhelo de poder conversar de nuevo.

El piloto está seguro que el Principito vive en su corazón. Él le habla desde adentro, diciéndole cómo debe actuar o proceder en la vida diaria o ante las eventualidades que se le vayan presentando. El piloto dice que “no todos han tenido un amigo”, siendo esta la cruda verdad. Es difícil conseguir a una persona que pueda ser considerada amiga. Había dicho en anteriores posts que la amistad es tan profunda como el sentimiento del Amor. Y por ser tan profunda lo hace más difícil de conseguir. Simple y a la vez sabia la frase “el quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro”, porque para descubrir un tesoro se tarda y se padece mucho. El esfuerzo hará que sume puntos, el sentimiento será más inquebrantable y el lazo más seguro. Lo mismo sucede con el zorro. Es extraordinario que alguien aparece cuando más se necesita de su ayuda. En el Principito descubrimos que la mejor ayuda que se puede brindar al prójimo es la compañía, dado que ésta nos llena el vacío que día a día nos acongojaba el alma, que clamaba por poder compartir con alguien sus alegrías y penas. Fácil es estar rodeado de personas, pero si estas personas no se involucran con lo que sentimos, la amistad no es parte de la relación, sólo hay mero interés o sólo se eligen los momentos de felicidad para estar juntos. Aquellas personas están lejos de ser esenciales. Ni tú ni tampoco ellas conocen la amistad. Como dice Julio Cotler, un pensador peruano, “cada quien baila con su propio pañuelo”, frase en la cual se “expresa la extrema individualidad que se respira en la cotidianidad hace de cada ser una isla en un inmenso mar”. Con actitudes de este calibre jamás seremos capaces de trabar una “amistad real”. Dicha incapacidad de mostrar nuestros sentimientos, de abrirnos hacia una persona, se ha vuelto una de las falencias frecuentes en la convivencia de la sociedad moderna, donde el ritmo de la vida no deja tiempo para entablar vínculos fuertes, eso es cosa de antaño afirman muchos. “Nada gano perdiendo mi tiempo en compartir lo que para mí es privado”, podría ser la premisa básica que manda la cadencia social de la actualidad. De aquí emerge la pregunta: ¿Nada más concentrándonos en las “labores de adultos” nos hará exitosos? Tal vez a corto y mediano plazo, sí. Pero a la postre, en un futuro cuando todo lo que conseguiste sólo sean bienes materiales, percibirás a tu éxito como algo pobre y sin significado. Irás abriendo los ojos y verás que lo más importante es contar con un compañero o compañera que sea nuestro confidente, nuestro apoyo en momentos difíciles y no solo el quien te servía las copas en una fiesta ni quien se exhibía en las fotos para ganar popularidad tampoco quien te buscaba para únicamente complacer su deseo carnal; ninguno de ellos te conoce en realidad porque apenas ve lo de afuera.

Así podemos entender mejor que “no todos han tenido un amigo”. Por eso le creo más a una persona cuando me dice que tiene un solo amigo en lugar de cinco o diez. La vida es tan corta como para que una docena de personas se involucren a fondo contigo y tanto ellas como tú se crean lo más importantes en la vida del otro. Imposible es querer por igual a todos, siempre hay alguien a quien tienes mayor estima, cariño o afecto, aunque insistas en admitir lo contrario, con tal de no lastimar los sentimientos de los demás.

Durante el libro, el Principito traba amistad con dos personas, uno de ellos es el piloto, su propio yo de adulto, y el otro es el zorro que encontró mientras exploraba la Tierra. Con cada uno crea lazos aparentemente distintos, pero con una intención muy en común. Ambos son amigos que lo protegen, así él mismo intenta hacerlo, y lo consigue, claro. Los amigos son (o deberían ser) para siempre. Cuando consigamos uno, procuremos a toda costa no perderlo, más bien a seguir alimentando la confianza y el apoyo mutuo y desinteresado.


Frase 8: “El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parece oír las mías.”

Opina el piloto del Principito cuando no obtenía respuestas del niño, quién solo le preguntaba sin parar, hasta por la cosa más insignificante. Muchos han relacionado a esto como el egoísmo o la falta de consideración hacia alguien que no es tratado al mismo nivel. Sin embargo, no creo que el autor de la novela se refiriera a tales situaciones. Para empezar, el Principito es un inocente crío y, por lo tanto, no hay mala fe en sus actos. No responde, simplemente porque no se le antoja. Conozco muchos niños que son callados y retraídos cuando se los interroga, pues sienten incomodidad de contar sus cosas. Pero, con el transcurso del tiempo, se van abriendo con la persona adulta o van agarrando confianza con ella, hasta el punto de hacerse amigos. Todo este proceso en la obra de Saint-Exupéry, lo llamaría autodescubrimiento, precisamente, la capacidad de descubrirse uno mismo, tal viene a ser como un tipo de regresión a la etapa temprana de nuestra vida.
Los niños son más curiosos que expresivos muchas veces. Aunque estas dos características se manifiestan a la par cuando la persona mayor conversa con ellos o la compatibilidad de caracteres crece durante los estados de sociabilidad. El Principito hacía muchas preguntas al aviador, que hubo un momento en que llegó a hostigar al adulto, pero éste, rápido se dio cuenta de que para tratar con un niño es necesario ser paciente. Parece así que el piloto respiró hondo y se serenó para seguir departiendo con su nuevo amigo. Con cada dibujo que hacía a solicitud del Principito, trataba de escudriñarle la mente para comprender mejor su idea. Por lo normal, las primeras preguntas que un niño hace van precedidas de las interrogantes qué, por qué, para qué, dónde o cuándo. De todas, a medida que la curiosidad del niño se incremente, volverá siempre el clásico “por qué”, a saber la razón de un hecho hasta encontrar la respuesta más satisfactoria. No sé rendirán hasta que lo consigan, porque eso les brindará tranquilidad, y así serán felices. Esto es lo que se valora mucho de los niños: su capacidad de no tirar la toalla.

Si un niño te pregunta algo, respóndelo. Busca la respuesta más inteligente, pero aparte la más creativa, ellos adoran eso, porque es parte de su mundo. Trata en lo posible de no mentirlos porque luego se irán creando falsas ideas o conceptos. Enséñales a distinguir lo real de lo falso. Déjalos también disfrutar de su fantasía, juega con ellos, nunca reniegues, eso los hiere más que los golpes. Sacia siempre su curiosidad, llénales de conocimiento, recuerda que también fuiste niño y querías conocerlo todo. No les des la espalda cuando pidan una respuesta tuya. Se rápido e improvisa.

Todo niño tiene más preguntas que hacer que respuestas que dar. Satisface sus deseos cuando trate de descubrir algo nuevo. No olvides que ellos disfrutan de lo novedoso, o sea, de casi todo. Ven grandeza e importancia hasta en la piedra del suelo que los adultos pasan de largo. Lo observan todo. Lo analizan. Y lo primero que aprenden se queda grabado en su memoria, es como un tatuaje que no se borra. La mente del niño, por poseer creatividad y sed de conocimiento, es más compleja que la de los adultos. Por supuesto que debes pensar ahora bien en tus respuestas, midiendo el tono de tu voz y la cualidad de tus expresiones.

Recuerda lo siguiente: a un niño si le mientes, te cree; si le riñes, lo normal es de que llore; si le castigas con golpes, es posible que crees un resentido social o un rebelde; si eres muy blando con él, puede que sea muy dependiente de grande o espere todo del resto. No abras la boca sin antes haber analizado tus palabras, menos aún levantes la mano contra él. Presionarlo es cometer un error, tiene más derecho que tú a vivir su libre albedrio. Ni se te ocurra ensuciar su mente con cosas de adultos, serás el único responsable de crear un monstruo. Eduquémoslo haciéndolo ver cuál es bueno y cuál es malo. Que descubra él solo la maldad de este mundo, con que tú le enseñes a ser buena persona, está perfecto. De vez en cuando déjalo en paz, pero siempre observando sus movimientos. Si un día te sujeta de la mano y comienza a llevarte a algún sitio, no lo sueltes, deja que te guíe, y descubre dónde acabarán. Los niños son una maravilla, un libro que debe ser abierto para leerlo página por página. Oriéntalos por el camino del bien.


Frase 9: “Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal.”

Nadie es culpable de lo que sientes. La culpa la señalan los mediocres y los débiles. Mucho decimos que tal fulano o mengano me hizo daño, que hirió mis sentimientos, me ofendió o me causó molestia e indignación. Eres dueño de ti mismo, de tus emociones, el control está dentro de tu ser, y el mismo constituye la unión de varios trechos salvados por conseguir el más alto grado de autoestima o amor propio.

Muchos seguimos en proceso de mejorar nuestro autocontrol y quizá una sola vida no sea suficiente para ser un amo y señor de la mente, el cuerpo y el espíritu, todos en perfecta armonía. Esto se logra con muchas sesiones de meditación y reflexión. No es fácil, tampoco es un sueño lograrlo.

La experiencia también forma parte de la aventura de encontrar el control de las emociones. Ir rescatando lo positivo de cada evento hará que nos aleje de los pensamientos malos, como es la depresión, desesperación, humillación, enfado o ira, impotencia, congoja, etc. Creo que haría muy extenso a este análisis si sigo nombrando más emociones. Cómo dicen, aunque suene algo con doble sentido, “la primera vez duele”. Tal cual, antes de que las heridas sean tan simples como las causadas por pellizcos, duele tanto como una sacada de muela del juicio. La experiencia, por tanto, te hace fuerte, más de lo que crees, porque un día, sin esperarlo, dejarás de quejarte porque alguien te despreció, por ser feo de rostro o por no tener una profesión acreditada.

Se dice que no lo olvides porque tú eres el dueño. No demuestres debilidad, eso hará que te hundan más, te sigan buscando para hacerte tropezar y luego esperar a que se rían en tu cara, ya sea por tu fracaso o pérdida.

El camino para aprender a valorar es tan escarpado como ascender una montaña, tan lleno de obstáculos y abismos que quieren que pisemos mal. Una persona que se ama por lo que es, no ve hacia abajo, porque su mente le dice dónde pisar, el poder de su intuición es grande, andar cabizbajo lo hará verse pésimo, ellos pues ven hacia la cima de la montaña, porque allá es donde quieren llegar. En cambio, una persona con una autoestima por los suelos sólo tendrá su mirada puesta en las rocas o en el fondo del abismo, andará con pasos arrastrados, sin gracia y empeño; el temor de caerse hará que corra más riesgo de trastabillar y revolcar al fondo.

No mires hacia abajo por más deprimido estés, eso atrae mayor negatividad. Trata de absorber todas las buenas vibras, todo aquello que llene de satisfacción y nos haga sonreír. La vida acaba no cuando tú corazón deja de latir, la vida acaba cuando tú termines aborreciéndola. Somos mejor de lo que pensamos. La fuerza vive en tus pensamientos, no en tu cuerpo. El que humilla acabará humillado al final, pero eso dependerá de ti. No estoy diciendo que vayas a ponerte a su nivel, tú eres mejor que eso. Ignorándolos o dejándolos hablar solos es un inicio. El tiempo hará su trabajo. Mientras tanto debes seguir desafiándote, probándote hasta dónde eres capaz de llegar con tal de superar tus inseguridades. Trabaja mucho en eso. Debes enfocarte en el cambio. Tener la mirada fija arriba. No es suficiente con tener presencia, es también tener actitud. Vamos a llegar lejos con una mente poderosa, que ha tenido que entrenarse sin descanso, nutriéndose de la motivación que le vitorean sus voces internas.

Los traumas, lo más probable, provocan dos cosas muy distintas: uno es una depresión absoluta y el otro es una personalidad inquebrantable e insensible. Te vuelves débil o te vuelves fuerte; o también te creas un cambio según la actitud que tomes, partes de la zona más profunda, donde prima el sufrimiento, hasta que empiezas a escalar y llegas a la cumbre, donde habrás aprendido a amar la vida o habrás encontrado todo lo bello de las cosas. ¿Demasiado hermoso para ser cierto? De eso no dudarás cuando te hayas sacrificado durante toda tu ascensión. Tu éxito será real y el orgullo que sientas de él será grande. Tu vida y tus emociones estarán bajo control, te anticiparás frente a lo que sea, será imposible que te lastimen porque aparte de inteligencia cognitiva, poseerás inteligencia emocional. No sólo podrás responder preguntas a académicas o profesionales, serás apto y además cauto al responder un insulto o a un intento de agresión física. “La mejor victoria es vencer sin combatir, y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”, nos dice Sun Tzu, en su libro “El Arte de la Guerra”.


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Y, ¿qué les pareció el análisis de estas otras tres frases de la obra literaria “El Principito”? Traté de concentrarme lo más que pude a pesar de lo duro que la estamos pasando en esta época de pandemia. Espero así aportar con mensajes de esperanza a quienes más lo necesitan. De dinero no dispongo, salvo para comer mi familia y yo; sólo tengo estas palabras para regalarles. Si estás leyendo esto el 9 o 10 de mayo del 2020, les informo que regresaré después de cuatro días.
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