Leer “El Principito” es como darse un paseo por la consciencia. Ahora, ya de adulto, lo siento así. Cuando lo leí de niño me entretuvo, y aunque no había leído todos los capítulos, pude leer algunas de las frases más importantes de la obra de Antoine de Saint Exupéry. Aprendemos mucho con esta novela infantil-filosófica. De adultos, emerge de nuevo lo que habíamos olvidado, todo aquello que vivía en nuestra alma de niño, la inocencia, la seguridad, el optimismo, la generosidad, la empatía, y muchos más sentimientos que dejábamos en segundo plano; pero lo que más renació es el Amor y la amistad. Cada personaje en el libro cumple un rol importante y están bien pensados por el autor.
Y como ya se está haciendo hábito en este sitio, aquí el análisis a fondo de otras tres frases del libro “El Principito”:
Frase 16: “Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.”
Dice el Principito a la serpiente cuando llega a la Tierra. Y es curioso que hable justamente con ella sobre el tema, ya que las serpientes son el símbolo de la traición. Cada estrella o cada señal que nos da la vida en algún momento son porque te quieren decir algo importante y si te descuidas o haces caso omiso, irás tomando el desvío que te llevará a ningún lugar prometedor. Muchos son los factores que nos distraen la mente para entender estos mensajes, entre ellos están las malas compañías o todas aquellas personas que no desean que surjamos, todas simbolizan, por lo tanto, la traición.
La vida nos da un sinfín de oportunidades, con metas unas más fáciles de alcanzar que otras, al igual que pasa con las estrellas que algunas están más cerca que las demás. Uno elige a dónde dirigirse. La mayoría opta por el astro más cercano porque sabe que no le demandará mucho esfuerzo y rápidamente podrá alcanzar el éxito y la felicidad. Pocos son los que deciden ir más lejos, hasta los confines del universo, hasta donde está la estrella más lejana, pero que se va haciendo la más brillante a medida que uno va aproximándose. Porque a mayor esfuerzo, mayor será la recompensa. En nuestros viajes nos encontraremos con diferentes distracciones, tal vez planetas dónde todo es fiesta o mundos dónde cada uno puede hacer lo que desea sin ley ni gobierno.
El Principito había empezado su viaje partiendo desde su planeta, encontrándose con varios personajes de los cuales fue descubriendo y aprendiendo muchas cosas. Él cuando se fue de B-612 aún no sabía a dónde exactamente quería ir, sabía sí que debía llegar lo más lejos posible con tal de encontrar respuestas que le tranquilizarían el corazón y por lo tanto se sintiera pleno. Fue así que llegó a la Tierra, tras conocer primero a otras personas en mundos distintos. Pero, el Principito seguía buscando su estrella, es decir, su sueño, que a un principio ignoraba que lo haría madurar a través de la revelación del comportamiento de los seres y del significado de muchos sentimientos de aquellos.
El Principito era apenas una inocente criatura cuando se alejó de su rosa y de su planeta. Durante el transcurso de la historia, el niño va abriendo los ojos. Se vuelve una especie de autodidacta, así como su alter ego, el piloto, y también su fiel amigo, el zorro.
El sueño del Principito era irónicamente regresar a su planeta. Pero, ¿por qué? ¿Por qué irse si acabaría regresando? Pues, porque quería volver, como adelanté, con respuestas, con un mejor concepto de la vida y la realidad. Quería encontrarse así mismo, su mejor versión para ser mejor persona en su mundo, y para eso tuvo que aprender y conocer tanto las virtudes como los defectos de los demás. El Principito crea una simbiosis humana profunda con el piloto que lo ayuda a crecer. Es un viaje de ida y vuelta, una ida que todo lector conoce y una vuelta que supone un cambio de etapa en la vida del ser humano. Narrar el viaje de vuelta es innecesario, el lector ya deduce lo que Saint-Exupéry marcó como tácito.
El Principito pasaría a formar parte del subconsciente del piloto. El mundo del niño estaba dentro del piloto.
Luchar por nuestros sueños nos hace ser más humanos porque esta lucha nace del espíritu. Nada ni nadie externo nos debe dominar para desviarnos del camino. Siempre con la vista hacia arriba en busca de nuestra estrella. Ella nos llama y debemos dirigirnos hacia su voz. El Principito aún no lo sabía con exactitud a un inicio pero su destino ya estaba marcado y solo se dejó guiar por la intuición y los dictados de su corazón, que son nada menos que la estrella que fulgura.
Las indicaciones están por todos lados. La vida es como una calle con señales por doquier. Tenemos que estar alertas y con el sentido de la intuición activo para coger la mejor ruta. Prever cada giro o movimiento, no distraernos en asuntos banales ni perder el tiempo en nimiedades, tampoco detenernos en zonas rígidas; puede que no sepamos cuando acabaremos en medio de un atolladero, pero allí es cuando debemos ser pacientes, ya que conservar la calma nos alimentará el espíritu, y cada prueba nos hará más fuertes.
Todos tenemos la capacidad de encontrar nuestra estrella. Ella siempre brillará para nosotros. Nos está llamando, nos está diciendo “acá estoy”, “ven, que te espero”, “no te rindas”. Allí está ella. Vayamos a su encuentro, seamos inteligentes y decisivos a la hora de avanzar, armémonos de coraje y tesón. La gloria viene luego de la penuria, pero solo la alcanzarás sino te rindes. En cambio, si no haces todo lo antedicho, tu estrella irá perdiendo su brillo y pronto va ser más difícil distinguirla en el firmamento. Sígala ya, porque pronto será imperceptible, mucho más que al comienzo de tu viaje. El asunto es acercarse, no alejarse.
Durante el camino a nuestros sueños habrá muchos obstáculos. En el Principito, la serpiente representa primero la traición que acecha pero que evita actuar ante la inocencia de un niño. Pero ya una vez al final, la serpiente toma el papel de “cambio de ciclo” o del salto a la siguiente etapa. El Principito retornó a su mundo, se despidió del mundo de los adultos para volver así al suyo. Él ya había conocido la amistad y ahora podía entregar mejor su Amor.
Frase 17: “Sólo se conocen bien las cosas que se domestican.”
Dijo el zorro al Principito. Tener amistad con alguien no es sencillo de alcanzar. Cada persona es única; por muy parecida que sea con otra, jamás se podrá ser exactamente igual a pesar de años de convivencia. No existen las almas exactamente iguales, o como se dice las almas gemelas; el concepto está mal interpretado o mal dicho. En este caso se deberían llamar "almas compatibles", pues la una y la otra juntas forman dos piezas que se juntan, como un rompecabezas. Ambas se complementan, lo que le faltaba a una lo tenía la otra y viceversa. Juntos pueden llegar lejos.
Cuando el zorro usa en el Principito el término “domestican” se entiende que se refiere al hecho de querer imponer al otro a cambiarle a su imagen y semejanza, o sea, de obligarlo a ser cómo él. Ahí es cuando hay un choque de personalidades. Conocemos cuáles son los defectos de cada quien, porque hay un rechazo como respuesta a la imposición. Todos queremos ser libres y a la vez ser complacidos. No es simplemente domesticar y ya, para que solo uno sea feliz o al menos cree que lo es. Tiene que haber reciprocidad, entendimiento y comprensión, y según lo que en el Principito se da a comprender, ambos deben domesticarse, hacer una fusión de personalidad, acentuando las virtudes y eliminando los defectos. Para eso debe existir el diálogo permanente, sin tapujos ni secretos ni mentiras. Es clave mostrarse tal y como se es.
El Principito y el zorro aprendieron mucho viviendo su relación de amistad. Esto permitió al Principito tener una mejor perspectiva de la vida y cómo debería ser o actuar con su rosa. La amistad le ayudó a madurar. El Principito y el zorro se conocieron muy bien, pero había respeto y fidelidad, ninguno imponía su parecer al otro. La domesticación consistía en respetar el espacio de cada uno y saber aguardar el momento de encontrarse. Todo se trataba de disciplina y autocontrol. No había reclamos de ninguna parte. El Principito, para ser un niño, era muy maduro para su edad. El tiempo que pasó con su rosa le hizo ganar experiencia. Sabía cómo manejar mejor la situación, sabía cómo controlar mejor sus emociones y deseos. Su amistad con el zorro estaba libre de malicia, las visitas se transformaron en un hábito y extrañarse cuando no se veían era normal. Pero no había presión, todo seguía su curso, se dejaba fluir la amistad lentamente, sin estar pendientes del día que tendrían que despedirse. Por el respeto que se tenían, no había reproches, pues el Principito sabía que tenía que seguir con su viaje y el zorro sabía que era la misión de su amigo irse. Vivieron felices el tiempo que pasaron juntos.
El Principito al fin entendió cómo debía tratar a su rosa o cómo encontrar con ella una mayor comprensión. La relación de amistad con el zorro sumó muchos puntos que lo hicieron ser un mejor ser humano, con más tacto y menos imprudencia. No dejarse enternecer por la belleza física ni cautivar por las apariencias. Cada quien tiene belleza, pero lo que vale realmente, es la belleza interior. Bastaba rescatar eso de la rosa, adentrarse en su alma para entenderla y ponerse en su lugar; sólo así había opción de mejorar la relación. Y ya desde que el niño se alejó de su planeta, dejó a la rosa sumergida en sus pensamientos, haciéndose un análisis de sí misma a través del espejo de su consciencia. Sola, mejor dicho sin el Principito a su disposición, empezaría a valorar lo que tuvo, todo lo hermoso de las buenas atenciones que el niño siempre le daba sin protestas. La atención, el aprecio, el cariño, la preocupación, el agradecimiento, entre otras muchas dádivas, deben emerger de los dos. En todo el tiempo que la rosa estuvo solitaria de hecho que hubo aprendido tanto como el Principito. El niño ya no lo sería tanto y la rosa sería más fuerte y segura, con gran amor propio, lista para ofrecer su corazón con total abnegación al único ser que era un pan de Dios con ella. Ahora no dejaría que se marchara, no impidiendo o jalándolo de la manga, sino dándole el espacio y la atención que él se merece. Así el Principito se sentiría más a gusto y siempre amaría a la rosa.
Frase 18: “Nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, o no, a una rosa.”
Dice el piloto recordando al Principito cuando el niño desapareció en el desierto. El hombre pensaba en lo que podría estar sucediendo en el mundo del niño. Nadie es capaz de tener el control de todo lo que pasa. Por más que se planea algo por mucho tiempo, los resultados siempre suelen ser diferentes a lo que creíamos. El curso de la existencia es impredecible.
El Piloto dibujó un cordero para el Principito y este último lo llevará a su planeta y así le ayudará a acabar con los baobabs que crecían rápidamente. Pero luego el niño temió por su rosa porque pensó que el cordero no podría distinguir qué es comida y qué no, por lo que su amada corría peligro de ser devorada. Así que el piloto le dibujó un bozal para que usará el cordero. Esto pudo tranquilizar al Principito. Pero luego el piloto, cuando ya el Principito se había ido, hizo memoria y se dio cuenta que el bozal no tenía cintas para sujetarlo a la boca del cordero. Por eso el seguía sin conocer a ciencia cierta qué es lo que pasaba en B-612. ¿Cómo saber si todo estaba bien? El recuerdo lo ponía melancólico, pero interiormente no perdía la esperanza de volver a encontrarse con el Principito, lo dijera o no.
Al piloto le preocupaba la rosa del Principito, porque sabía que ella era lo más importante para el niño. Pero con todas las cosas nuevas que había aprendido el Principito también sentía algo de confianza en que él podía arreglárselas por sí solo.
Es imposible, muchas veces, tener el control de lo que no está cerca o a nuestro alcance. El Principito aprendió a pescar y no solo a recibir el pescado, aprendió a sobrevivir y a cuidarse por sí mismo, incluso más que antes de partir de su planeta. El Principito podía solucionar todo tipo de problemas con las enseñanzas que fue juntando durante su viaje.
El universo sigue expandiéndose, sigue evolucionando; la vida sigue su curso y de algún modo se abrirá camino. Todo es cambio, adaptación, saber sobrellevar. Madurar es lo mismo que adaptarse y saber afrontar. Cómo sea, el Principito se las arreglaría con su rosa, el cordero, los baobabs, y todo lo demás en su mundo. Nadie dijo que sería fácil. Y creo que ya lo he dicho en el análisis de otra frase: La vida es toda menos aburrida.
Por la cabeza del piloto pasarían un montón de pensamientos. Se imaginaría al Principito en un gran número de situaciones, en las que tendría que luchar solo a base de ingenio e inteligencia. Pues ya conocía mucho más de la vida y las probabilidades de que fallara eran mínimas. No cometería de nuevo errores con su rosa ni con su recién llegado cordero, tendría por eso que mantenerlo a la mira, de todas formas. El piloto, aunque no pudiera controlar lo que ocurre a lo lejos, tendría que confiar en la experiencia y capacidad del Principito. No era fácil, pero debía de hacerlo. Su amigo estaba lejos y a la vez cerca, lejos en B-612 y cerca en su corazón. Sin embargo, el adulto aprendió más que el niño en este sentido. Lo importante es que ambos ya sabían lo suficiente, pues la experiencia vale más que todo el oro del mundo cuando uno quiere vivir mejor, sin tribulaciones ni discusiones.
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Termino el análisis a fondo de tres frases más del libro El Principito. En esta oportunidad me atrasé en la fecha de publicación de esta edición, que era de una cada cuatro días. Lamentablemente no pude cumplir con lo establecido, puesto que el factor tiempo me ganó, debido a esta crisis mundial que estamos viviendo y que espero que acabe pronto esta pesadilla. Durante estos últimos días estuve publicando en mi otro blog (Me Escapé de Casa), pese que algunos de mis seres queridos también han sido víctimas del virus. En este otro sitio subo noticias de actualidad y todo tipo de novedades útiles. Ahora, en Tu Lector Ideal por supuesto que pienso seguir brindándoles mis análisis de frases de la pequeña gran obra de Antoine de Saint-Exupéry. Apenas tenga listos mis líneas, las estaré publicando.
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