La Guerra de los Mundos fue adaptada a películas, videojuegos, cómics y hasta programas de radio. Es miedo en su máxima expresión. Acá no existe el típico héroe que lo salva todo o en el que la gente une sus esperanzas. En la novela, la humanidad es indefensa, como un ejército de hormigas escapando de ser carbonizadas por el calor que genera la lupa de un niño. Hay terror por doquier, pero luego de sufrir miles de pérdidas, unos salvadores invisibles acaban con los alienígenas, unos salvadores que siempre habían sido nuestros enemigos, salen en acción para ayudarnos: los virus y las bacterias terminan con la vida de los invasores.
Wells nos retrata un final devastador creando una nueva tendencia rompiendo con todo lo acostumbrado que se había leído hasta ahora. El uso de este estilo se ha ido actualizando con el pasar de las generaciones.
Título: La Guerra de los Mundos
Autor: H.G. Wells
Año de Publicación: 2016
Género: Novela
Subgénero: Ciencia Ficción y Novela Apocalíptica
Editorial: Brontes – Fontana
Páginas: 192
ISBN: 9788416827022
SINOPSIS:
La guerra de los mundos, escrita por el británico Herbert George Wells (1866-1946) y publicada en 1898 es una de las obras claves del denominado género de ciencia ficción de la primera época cuyas raíces habría que buscarlas en el francés Julio Verne, en el norteamericano Edgar Allan Poe y en el británico Oscar Wilde y hasta incluso en las obras de terror de algunos otros autores. Fue redactada cuando muchos indicios hacían suponer que Marte era un planeta habitado en extinción y contiene consideraciones psicológicas y sociológicas sobre la especie humana. Así como un mensaje pesimista sobre las posibles consecuencias del desarrollo tecnológico.
RESUMEN:
Libro Primero: La llegada de los Marcianos
Ningún humano se imaginaba lo que sucedía en Marte. El hombre se seguía creyendo el ser más inteligente del universo, por lo que vivía sin preocuparse por alguna amenaza de otro planeta. Pero esto se acabaría de sopetón desde que se observaron manchas gaseosas provenientes del planeta rojo acercándose a la Tierra.
No tardó mucho hasta que algo similar a un meteorito impactó en nuestro planeta, específicamente en una villa cerca a Londres, la capital de Reino Unido. Ogilvy fue uno de los primeros en ir a comprobar de qué se trataba en el lugar de los hechos. Allí se encontró con una gran sorpresa: una clase de cápsula con seres vivos en su interior (se sabía esto porque hacían ruido). Inmediatamente, Ogilvy se fue en busca de Henderson, un amigo periodista. Y ya cuando ambos estaban en la zona de impacto, todo en el interior del cilindro estaba en silencio, por lo que creyeron muertos a los tripulantes. En seguida anduvieron pidiendo ayuda, pero nadie los tomó en serio.
Pasado un día, el cuerpo llegado de Marte estaba rodeado de cientos de personas. Nuestro héroe quiso saber más y fue a verificar. Vio que se trataba de un cilindro completamente cerrado y ninguno de los presentes tenía idea alguna de cómo abrirlo.
La multitud no se movía del sitio, a la espera de ver lo que sea que saliera del cilindro. De un momento a otro, producto del hervidero, alguien cayó al hoyo, y luego pasó algo que dejó boquiabiertos a todos. Unos horribles seres salieron del recipiente, lo que provocó que todos huyeran, a excepción de la persona que se cayó, y de la cual no se supo nada más.
No pasaba nada mientras las personas seguían ocultas, pero fueron apareciendo más pobladores, algunos con banderas blancas en señal de paz. De nada sirvió eso, cuando de improviso se armó el desastre, unos poderosos rayos empezaron a salir del objeto, disparando a los allí reunidos. Gracias a la rápida reacción del protagonista, éste pudo salir ileso, ya que permaneció escondido, y los rayos se detuvieron de repente.
Pocos pudieron sobrevivir. Después se presentó gente que no estuvo durante el exterminio, pero todo se alborotó de nuevo cuando otros seres se aproximaron, y allí sí el protagonista escapó de la zona. Cuando arribó al pueblo trató de explicar lo sucedido, pero fue en vano, ya que lo consideraron un trastornado y sólo se burlaron de sus declaraciones. Al entrar en su casa, también le contó a su esposa y ella terminó estupefacta.
Desde donde estaba, el protagonista vio que un soldado estaba pasándola muy mal, y tuvo el corazón de darle refugio. Allí se enteró de la magnitud de la devastación que provocaban los marcianos de boca del mismo militar. Los enormes robots dejaban a cualquier pueblo en cenizas.
Una vez que la situación se calmó en Maybury, ambos se fueron en dirección a Leatherhead. En el camino, encontraron a gente que aún ignoraba lo sucedido. Pero en uno de esos pueblos, se toparon con desconcertados rostros y con un grupo de militares alistándose para la guerra con sendos cañones a disposición. Se enteraron de que cinco gigantes de acero se aproximaban a la zona. Sólo pudieron derribar a una mole. Durante el ataque el protagonista se escondió en el río, pudiendo salvarse a las justas del agua caliente. Terminó herido. Tras eso, se fue a un lugar más tranquilo. Durante ese trajín, se cruza con un hombre que no dejaba de gritar que el fin está cerca.
El protagonista nos relata la situación de su hermano en Londres, ciudad en la cual no se conocía que pasaba con exactitud, nada más había desconcierto. Pero, constantemente, los diarios anunciaban los desastres de la guerra. Ello generó mayor caos entre los distintos pobladores. El ejército, por su parte, se preparó aún más, aunque seguían sin poder hacer mucho. Lo peor es cuando entraron en la ciudad y arrojaron un gas hediondo que mataba a quien lo respiraba.
Todo se volvió muy crítico. Era complicadísimo dar batallada a los marcianos. Tanto el protagonista como el hombre de iglesia seguían en el suelo hasta que continuaron con su fuga cuando vieron acercarse a otro trípode. En la Tierra acababa de aterrizar el cuarto cilindro. Los marcianos, en conjunto, lanzaron unos tubos de donde salió un humo oscuro que ponía punto final a la vida de cualquier ser; eso lo hacían cuando no les era posible usar el rayo calórico. Frente a eso, la armada decidió no atacar y comenzó a escapar de la densa neblina.
Se conoce por parte del protagonista como la gente seguía huyendo, al igual que su hermano. Salir de Inglaterra era la mejor alternativa. La eficiencia de los ataques de los colosos de metal hacía complicado escapar del país. Desde lejos se veían incendios, por lo que el hermano del protagonista se detuvo a descansar, muy dificultoso hacerlo en medio de aquel caos.
Seguían cayendo cilindros en la Tierra, hasta que sumaron siete. Muchos se subieron a barcos, incluso el hermano del protagonista. Todo Londres fue tomada por los marcianos. Desde el cruce por el agua, el hermano observó cuando un Lanzatruenos iba destruyendo a los gigantes de metal.
Libro Segundo: La Tierra dominada por los marcianos
Nuestro protagonista luego de relatar lo sucedido desde el punto de vista de su hermano vuelve a la realidad. Junto al vicario seguía oculto, evadiendo siempre al humo tóxico que arrojaban los marcianos, el cual mató a cientos de personas. Tras encontrar muchos cadáveres en el camino, terminaron metiéndose a una casa. Sin embargo, por desdicha del protagonista, el quinto cilindro aterrizó encima de ellos, lo que lo dejó sin conocimiento. Al siguiente día, se despertó y continuó su huida.
Cuando se repusieron del golpe, el cura y el protagonista fueron testigos del gran derrumbe que causó el cilindro, donde la mayoría de la casa quedó en escombros. Nuestro héroe se armó de valor y observó lo que fue ocurriendo: una máquina cavaba en el punto del cilindro. Había una gran diferencia entre los humanos y los marcianos, los indeseables visitantes tenían una apariencia aterradora. Y mientras ellos seguían en el hoyo trabajando, la comida escaseaba y ello generó disputas al momento de la repartición.
La situación se tornó más delicada, pues el vicario se apoderaba de los víveres en los instantes que el protagonista se distraía. Los días corrían. Después de una serie de riñas, el tipo aceptó que se repartiera equitativamente. Pese a todo, seguía hurtando la comida del protagonista, quien se dio cuenta, lo cual le llenó de ira hasta que se descargó asestándole duros golpes, que dejaron tumbado al hombre. Luego una de las máquinas marcianas penetró en el sitio y el protagonista aguardó escondido hasta que se retirara.
Salió de su escondite, recién cuando los marcianos fueron a continuar con sus trabajos. Las provisiones se acabaron del todo, y se suponía que los marcianos se las llevaron. Grandes fueron los delirios del protagonista. La cabeza le daba vueltas por lo que pasó, el ataque alienígena y la inevitable muerte del vicario. De pronto, el sonido de un perro lo sacó de su ensimismamiento. Decidió cazarlo para evitar que fuera escuchado por los extraterrestres, pero falló en su intento. Los días avanzaron hasta que al fin los marcianos no se veían, de modo que nuestro protagonista salió al exterior y notó sorpresivamente que realmente no había ningún ser hostil en los alrededores.
Aliviado de salir a la superficie, el protagonista examinó a fondo el terreno. Se veía una rara hierba rojiza que lo cubría todo. Sin embargo, había una gran calma, en vista que siguió con su análisis, sin encontrar a más marcianos destruyendo pueblos. Ni indicio de ellos, tampoco de humanos.
Tras un descanso, el protagonista prosiguió su camino. Por suerte, encontró a un tipo que días atrás entró en su jardín en busca de resguardo, previo a iniciarse la guerra. El hombre le narró las últimas noticias, además de algunos planes para reconstruirlo todo. Acudieron a casa de Putney Hill, donde coordinaron ciertas cosas. Unas horas después, el protagonista dejó el lugar para descubrir cómo iba la situación más adelante, ver y escuchar que más aconteció.
Se enrumbó directo a la capital de Francia, París. Al llegar, pudo observar a muchos marcianos andando como perdidos por la zona, sin ningún humano en las cercanías. Aparte de ello, un buen número de marcianos estaban tendidos muertos. El tiro les había salido por la culata a estos indeseables visitantes, pues, increíblemente, las bacterias fueron las que produjeron sus muertes. Se supo que en Marte no existían estos microorganismos y el ambiente de la Tierra acabó siendo nocivo. El cuerpo humano aprendió a adaptarse durante miles de años, pero los marcianos no soportaron muchos días nuestra atmósfera, imposible para ellos adecuarse en tan poco tiempo.
Las bacterias arrasaron con todos los seres del vecino planeta, hasta que ninguno volvió a levantarse más. Las buenas nuevas se hicieron eco a nivel mundial. A un principio, nuestro héroe pensó que su mujer había fallecido en uno de los múltiples ataques. Pero cuando regresó a su casa en Maybury se encontró con ella y su primo. Una alegría tremenda lo embargó. La guerra había terminado.
ANÁLISIS:
Todo el libro de la “Guerra de los Mundos” es contado por un personaje, que es al mismo tiempo un tipo de narrativa muy común, donde el protagonista principal hace las veces de narrador anónimo, en este caso sobre sus peripecias durante una invasión marciana, hasta cuando no hay mucha acción.
Por medio de los curiosos detalles, Wells nos embulle de golpe en un Londres destruido. Teniendo presente la referente novedad de la temática, capta el interés de lo exacto que es el autor con los alienígenas que creó y, básicamente, la precisión científica con la que se escribió.
Es muy probable que este tipo de tramas te parezcan familiares, y es que este libro ha ganado tanta fama y adeptos que se adaptó en diferentes oportunidades a otros formatos, como por ejemplo y el más conocido, el filme de Steven Spielberg. No obstante, entre ambas hay muchas diferencias, empezando que la cinta hollywoodense está ambientada en la época moderna.
CONCLUSIONES:
Para concluir, “La Guerra de los Mundos” marcha como un contrasentido del hombre al momento de ser abatido, del mismo modo que acabamos con otros seres vivos de la Tierra a fin de demostrar nuestra supremacía, y no tenemos otra alternativa que esperanzarnos en el ejército que hace hasta lo imposible por ayudar. Por otro lado, se tiene a la fe que tampoco basta y, finalmente, a los científicos que acaban aceptando el portento de la creación que en su sapiencia se encarga de velar por la humanidad y salvarla del cataclismo.
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