domingo, 24 de mayo de 2020

Escrito 22:44 por con 0 comentarios

El Principito: Análisis a fondo de Frases del libro (Post Complementario – Parte 6) / Reseña Literaria

Imagen
Imagen
Leer “El Principito” es como darse un paseo por la consciencia. Ahora, ya de adulto, lo siento así. Cuando lo leí de niño me entretuvo, y aunque no había leído todos los capítulos, pude leer algunas de las frases más importantes de la obra de Antoine de Saint Exupéry. Aprendemos mucho con esta novela infantil-filosófica. De adultos, emerge de nuevo lo que habíamos olvidado, todo aquello que vivía en nuestra alma de niño, la inocencia, la seguridad, el optimismo, la generosidad, la empatía, y muchos más sentimientos que dejábamos en segundo plano; pero lo que más renació es el Amor y la amistad. Cada personaje en el libro cumple un rol importante y están bien pensados por el autor.

Y como ya se está haciendo hábito en este sitio, aquí el análisis a fondo de otras tres frases del libro “El Principito:

Frase 16: “Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.

Dice el Principito a la serpiente cuando llega a la Tierra. Y es curioso que hable justamente con ella sobre el tema, ya que las serpientes son el símbolo de la traición. Cada estrella o cada señal que nos da la vida en algún momento son porque te quieren decir algo importante y si te descuidas o haces caso omiso, irás tomando el desvío que te llevará a ningún lugar prometedor. Muchos son los factores que nos distraen la mente para entender estos mensajes, entre ellos están las malas compañías o todas aquellas personas que no desean que surjamos, todas simbolizan, por lo tanto, la traición.
La vida nos da un sinfín de oportunidades, con metas unas más fáciles de alcanzar que otras, al igual que pasa con las estrellas que algunas están más cerca que las demás. Uno elige a dónde dirigirse. La mayoría opta por el astro más cercano porque sabe que no le demandará mucho esfuerzo y rápidamente podrá alcanzar el éxito y la felicidad. Pocos son los que deciden ir más lejos, hasta los confines del universo, hasta donde está la estrella más lejana, pero que se va haciendo la más brillante a medida que uno va aproximándose. Porque a mayor esfuerzo, mayor será la recompensa. En nuestros viajes nos encontraremos con diferentes distracciones, tal vez planetas dónde todo es fiesta o mundos dónde cada uno puede hacer lo que desea sin ley ni gobierno.

El Principito había empezado su viaje partiendo desde su planeta, encontrándose con varios personajes de los cuales fue descubriendo y aprendiendo muchas cosas. Él cuando se fue de B-612 aún no sabía a dónde exactamente quería ir, sabía sí que debía llegar lo más lejos posible con tal de encontrar respuestas que le tranquilizarían el corazón y por lo tanto se sintiera pleno. Fue así que llegó a la Tierra, tras conocer primero a otras personas en mundos distintos. Pero, el Principito seguía buscando su estrella, es decir, su sueño, que a un principio ignoraba que lo haría madurar a través de la revelación del comportamiento de los seres y del significado de muchos sentimientos de aquellos.

El Principito era apenas una inocente criatura cuando se alejó de su rosa y de su planeta. Durante el transcurso de la historia, el niño va abriendo los ojos. Se vuelve una especie de autodidacta, así como su alter ego, el piloto, y también su fiel amigo, el zorro.

El sueño del Principito era irónicamente regresar a su planeta. Pero, ¿por qué? ¿Por qué irse si acabaría regresando? Pues, porque quería volver, como adelanté, con respuestas, con un mejor concepto de la vida y la realidad. Quería encontrarse así mismo, su mejor versión para ser mejor persona en su mundo, y para eso tuvo que aprender y conocer tanto las virtudes como los defectos de los demás. El Principito crea una simbiosis humana profunda con el piloto que lo ayuda a crecer. Es un viaje de ida y vuelta, una ida que todo lector conoce y una vuelta que supone un cambio de etapa en la vida del ser humano. Narrar el viaje de vuelta es innecesario, el lector ya deduce lo que Saint-Exupéry marcó como tácito.

El Principito pasaría a formar parte del subconsciente del piloto. El mundo del niño estaba dentro del piloto.

Luchar por nuestros sueños nos hace ser más humanos porque esta lucha nace del espíritu. Nada ni nadie externo nos debe dominar para desviarnos del camino. Siempre con la vista hacia arriba en busca de nuestra estrella. Ella nos llama y debemos dirigirnos hacia su voz. El Principito aún no lo sabía con exactitud a un inicio pero su destino ya estaba marcado y solo se dejó guiar por la intuición y los dictados de su corazón, que son nada menos que la estrella que fulgura.

Las indicaciones están por todos lados. La vida es como una calle con señales por doquier. Tenemos que estar alertas y con el sentido de la intuición activo para coger la mejor ruta. Prever cada giro o movimiento, no distraernos en asuntos banales ni perder el tiempo en nimiedades, tampoco detenernos en zonas rígidas; puede que no sepamos cuando acabaremos en medio de un atolladero, pero allí es cuando debemos ser pacientes, ya que conservar la calma nos alimentará el espíritu, y cada prueba nos hará más fuertes.

Todos tenemos la capacidad de encontrar nuestra estrella. Ella siempre brillará para nosotros. Nos está llamando, nos está diciendo “acá estoy”, “ven, que te espero”, “no te rindas”. Allí está ella. Vayamos a su encuentro, seamos inteligentes y decisivos a la hora de avanzar, armémonos de coraje y tesón. La gloria viene luego de la penuria, pero solo la alcanzarás sino te rindes. En cambio, si no haces todo lo antedicho, tu estrella irá perdiendo su brillo y pronto va ser más difícil distinguirla en el firmamento. Sígala ya, porque pronto será imperceptible, mucho más que al comienzo de tu viaje. El asunto es acercarse, no alejarse.

Durante el camino a nuestros sueños habrá muchos obstáculos. En el Principito, la serpiente representa primero la traición que acecha pero que evita actuar ante la inocencia de un niño. Pero ya una vez al final, la serpiente toma el papel de “cambio de ciclo” o del salto a la siguiente etapa. El Principito retornó a su mundo, se despidió del mundo de los adultos para volver así al suyo. Él ya había conocido la amistad y ahora podía entregar mejor su Amor.


Frase 17: “Sólo se conocen bien las cosas que se domestican.

Dijo el zorro al Principito. Tener amistad con alguien no es sencillo de alcanzar. Cada persona es única; por muy parecida que sea con otra, jamás se podrá ser exactamente igual a pesar de años de convivencia. No existen las almas exactamente iguales, o como se dice las almas gemelas; el concepto está mal interpretado o mal dicho. En este caso se deberían llamar "almas compatibles", pues la una y la otra juntas forman dos piezas que se juntan, como un rompecabezas. Ambas se complementan, lo que le faltaba a una lo tenía la otra y viceversa. Juntos pueden llegar lejos.
Cuando el zorro usa en el Principito el término “domestican” se entiende que se refiere al hecho de querer imponer al otro a cambiarle a su imagen y semejanza, o sea, de obligarlo a ser cómo él. Ahí es cuando hay un choque de personalidades. Conocemos cuáles son los defectos de cada quien, porque hay un rechazo como respuesta a la imposición. Todos queremos ser libres y a la vez ser complacidos. No es simplemente domesticar y ya, para que solo uno sea feliz o al menos cree que lo es. Tiene que haber reciprocidad, entendimiento y comprensión, y según lo que en el Principito se da a comprender, ambos deben domesticarse, hacer una fusión de personalidad, acentuando las virtudes y eliminando los defectos. Para eso debe existir el diálogo permanente, sin tapujos ni secretos ni mentiras. Es clave mostrarse tal y como se es.

El Principito y el zorro aprendieron mucho viviendo su relación de amistad. Esto permitió al Principito tener una mejor perspectiva de la vida y cómo debería ser o actuar con su rosa. La amistad le ayudó a madurar. El Principito y el zorro se conocieron muy bien, pero había respeto y fidelidad, ninguno imponía su parecer al otro. La domesticación consistía en respetar el espacio de cada uno y saber aguardar el momento de encontrarse. Todo se trataba de disciplina y autocontrol. No había reclamos de ninguna parte. El Principito, para ser un niño, era muy maduro para su edad. El tiempo que pasó con su rosa le hizo ganar experiencia. Sabía cómo manejar mejor la situación, sabía cómo controlar mejor sus emociones y deseos. Su amistad con el zorro estaba libre de malicia, las visitas se transformaron en un hábito y extrañarse cuando no se veían era normal. Pero no había presión, todo seguía su curso, se dejaba fluir la amistad lentamente, sin estar pendientes del día que tendrían que despedirse. Por el respeto que se tenían, no había reproches, pues el Principito sabía que tenía que seguir con su viaje y el zorro sabía que era la misión de su amigo irse. Vivieron felices el tiempo que pasaron juntos.

El Principito al fin entendió cómo debía tratar a su rosa o cómo encontrar con ella una mayor comprensión. La relación de amistad con el zorro sumó muchos puntos que lo hicieron ser un mejor ser humano, con más tacto y menos imprudencia. No dejarse enternecer por la belleza física ni cautivar por las apariencias. Cada quien tiene belleza, pero lo que vale realmente, es la belleza interior. Bastaba rescatar eso de la rosa, adentrarse en su alma para entenderla y ponerse en su lugar; sólo así había opción de mejorar la relación. Y ya desde que el niño se alejó de su planeta, dejó a la rosa sumergida en sus pensamientos, haciéndose un análisis de sí misma a través del espejo de su consciencia. Sola, mejor dicho sin el Principito a su disposición, empezaría a valorar lo que tuvo, todo lo hermoso de las buenas atenciones que el niño siempre le daba sin protestas. La atención, el aprecio, el cariño, la preocupación, el agradecimiento, entre otras muchas dádivas, deben emerger de los dos. En todo el tiempo que la rosa estuvo solitaria de hecho que hubo aprendido tanto como el Principito. El niño ya no lo sería tanto y la rosa sería más fuerte y segura, con gran amor propio, lista para ofrecer su corazón con total abnegación al único ser que era un pan de Dios con ella. Ahora no dejaría que se marchara, no impidiendo o jalándolo de la manga, sino dándole el espacio y la atención que él se merece. Así el Principito se sentiría más a gusto y siempre amaría a la rosa.


Frase 18: “Nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, o no, a una rosa.

Dice el piloto recordando al Principito cuando el niño desapareció en el desierto. El hombre pensaba en lo que podría estar sucediendo en el mundo del niño. Nadie es capaz de tener el control de todo lo que pasa. Por más que se planea algo por mucho tiempo, los resultados siempre suelen ser diferentes a lo que creíamos. El curso de la existencia es impredecible.

El Piloto dibujó un cordero para el Principito y este último lo llevará a su planeta y así le ayudará a acabar con los baobabs que crecían rápidamente. Pero luego el niño temió por su rosa porque pensó que el cordero no podría distinguir qué es comida y qué no, por lo que su amada corría peligro de ser devorada. Así que el piloto le dibujó un bozal para que usará el cordero. Esto pudo tranquilizar al Principito. Pero luego el piloto, cuando ya el Principito se había ido, hizo memoria y se dio cuenta que el bozal no tenía cintas para sujetarlo a la boca del cordero. Por eso el seguía sin conocer a ciencia cierta qué es lo que pasaba en B-612. ¿Cómo saber si todo estaba bien? El recuerdo lo ponía melancólico, pero interiormente no perdía la esperanza de volver a encontrarse con el Principito, lo dijera o no.

Al piloto le preocupaba la rosa del Principito, porque sabía que ella era lo más importante para el niño. Pero con todas las cosas nuevas que había aprendido el Principito también sentía algo de confianza en que él podía arreglárselas por sí solo.

Es imposible, muchas veces, tener el control de lo que no está cerca o a nuestro alcance. El Principito aprendió a pescar y no solo a recibir el pescado, aprendió a sobrevivir y a cuidarse por sí mismo, incluso más que antes de partir de su planeta. El Principito podía solucionar todo tipo de problemas con las enseñanzas que fue juntando durante su viaje.

El universo sigue expandiéndose, sigue evolucionando; la vida sigue su curso y de algún modo se abrirá camino. Todo es cambio, adaptación, saber sobrellevar. Madurar es lo mismo que adaptarse y saber afrontar. Cómo sea, el Principito se las arreglaría con su rosa, el cordero, los baobabs, y todo lo demás en su mundo. Nadie dijo que sería fácil. Y creo que ya lo he dicho en el análisis de otra frase: La vida es toda menos aburrida.

Por la cabeza del piloto pasarían un montón de pensamientos. Se imaginaría al Principito en un gran número de situaciones, en las que tendría que luchar solo a base de ingenio e inteligencia. Pues ya conocía mucho más de la vida y las probabilidades de que fallara eran mínimas. No cometería de nuevo errores con su rosa ni con su recién llegado cordero, tendría por eso que mantenerlo a la mira, de todas formas. El piloto, aunque no pudiera controlar lo que ocurre a lo lejos, tendría que confiar en la experiencia y capacidad del Principito. No era fácil, pero debía de hacerlo. Su amigo estaba lejos y a la vez cerca, lejos en B-612 y cerca en su corazón. Sin embargo, el adulto aprendió más que el niño en este sentido. Lo importante es que ambos ya sabían lo suficiente, pues la experiencia vale más que todo el oro del mundo cuando uno quiere vivir mejor, sin tribulaciones ni discusiones.

-o-

Termino el análisis a fondo de tres frases más del libro El Principito. En esta oportunidad me atrasé en la fecha de publicación de esta edición, que era de una cada cuatro días. Lamentablemente no pude cumplir con lo establecido, puesto que el factor tiempo me ganó, debido a esta crisis mundial que estamos viviendo y que espero que acabe pronto esta pesadilla. Durante estos últimos días estuve publicando en mi otro blog (Me Escapé de Casa), pese que algunos de mis seres queridos también han sido víctimas del virus. En este otro sitio subo noticias de actualidad y todo tipo de novedades útiles. Ahora, en Tu Lector Ideal por supuesto que pienso seguir brindándoles mis análisis de frases de la pequeña gran obra de Antoine de Saint-Exupéry. Apenas tenga listos mis líneas, las estaré publicando.
Imagen
Lee más...
      editar

domingo, 17 de mayo de 2020

Escrito 18:55 por con 0 comentarios

El Principito: Análisis a fondo de Frases del libro (Post Complementario – Parte 5) / Reseña Literaria

Imagen
Imagen
Al libro “El Principitolo leí en hora y media más o menos, pero no solo una vez. Los tiempos que me tardé en leerlo no se comparan con el tiempo que me dediqué a analizarlo y escribir sobre él. Antes de tomar mi laptop y empezar a digitar todas las palabras que voy dedicando hasta ahora a la maravillosa obra de Antoine de Saint-Exupéry, me siento a pensar por horas a modo de filosofar un rato y reflexionar a través de muchos fragmentos que capturaron mi atención. La novela está sembrada de frases, es una jungla de frases por así decirlo. Y aquí de nuevo regreso con otro post de análisis, el quinto de su clase.

Léanlo y dedíquense el tiempo que deseen:

Frase 13: “¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?”

Esta frase solo necesita ser una pregunta. Es una interrogante que el Principito abre al hombre de negocios. La respuesta que obtuvo fue: “Me sirve para ser rico”. Pero el Principito no se rinde y sigue preguntando: “¿Y de qué te sirve ser rico?”. A lo que el hombre de negocios le responde: “Me sirve para comprar más estrellas”.

El concepto de esta frase ha sido usado de distintas formas. El refrán que más se asemejaría sería “quien mucho abarca poco aprieta”. Porque, ¿de qué vale tener tantos bienes o acumular tanto tiempo para sentirse satisfecho, si de nada servirá en un futuro? Sabemos que eso no es la verdadera felicidad y el quien dice que la es, se engaña a sí mismo con la falsa ilusión de que las riquezas materiales son sinónimo de éxito. Ser rico no supone que seas feliz. Hay más pobres felices que ricos. La gente humilde valora cada ser y cada cosa que tiene en su vida con tanta devoción porque se concentra mucho en ellos, ya que por ser tan pocos, tienen más peso. En cambio, uno que tenga tanto, sobre todo cosas, tendrá muchos “sobrantes” que no le servirán jamás. Todo lo que acapara será en vano. Se podrá dar lujos y una vida pudiente, todo eso, pero menos felicidad. Hombre que quiere más y más, es un hombre infeliz.

Llega un momento en la vida de muchos hombres que consiguen todo lo que han querido en la vida. Se sienten plenos. Sin embargo, aunque ya posean lo suficiente para ser felices, ambicionan aún más. Desde ese momento empiezan a alejarse de la felicidad para vivir ansiosos y deseosos de lo que sea, incluso de lo que no saben ni para qué le servirá.

El hombre de negocios ha adoptado a la avaricia en su vida. No contento con unas cuantas, sigue acumulando más estrellas en su cuenta. Quiere tenerlas todas o dice ser poseedor de todas. Ocupa su tiempo completo a acumular las riquezas del espacio en números contabilizados. Tiene tantas en su haber que, por irónico que parezca, ninguna le da beneficio. Ciertamente no disfruta de ninguna. Solo puede verlas desde su escritorio y contarlas, nada más. Se concentra tanto en su labor que se desentiende de lo que pasa a su alrededor, es por eso que cuando el Principito pasa a saludarlo, el hombre evita prolongar la plática con el niño. Sentía distraerse y por lo tanto podría fallar en su contabilidad. Eso sería desastroso a su parecer. Que un niño venga a desestabilizar su “patrimonio”, con el simple hecho de entablar conversación, lo cogió desprevenido. Necesitaba concentrarse y así que a seguir con sus cuentas hasta que anotó en un papel la cifra de estrellas que decía eran de su propiedad. Alrededor de su planeta nadie reclamaba el espacio, excepto el hombre. Y en el caso que otro vendría a querer adueñarse, no se lo permitiría, porque simplemente ya contó las estrellas y el número lo tenía apuntado y guardado en un lugar seguro. Es algo así como el dinero que los ricos guardan en sus bóvedas o bancos y jamás usan, es capital muerto, son cifras congeladas que quizá en la vida utilice. Habiendo tanta gente que se muere de hambre (que necesite la luz de una estrella para tener calor), ¿por qué no dársela a ellas? ¿De qué sirve tener tantas mansiones construidas en terrenos que antes eran del pueblo, en lugar de tener una sola casa con las comodidades básicas? ¿De qué sirve tanta ropa o banquetes a diario, en vez de vestir o dar de comer a los que más necesitan? Cada segundo se talan árboles con el sello de la ambición, igualmente muchos pierden sus hogares, se quedan viviendo en la calle sin tener siquiera para un pedazo de pan. Ricos que botan la comida que les sobra o que matan animales para vestirse abundan en el mundo. Hay tantas riquezas que si serían repartidas equitativamente ningún ser humano pasaría hambre, incluso viviría cómodamente.

El Principito, en su inocencia, no entendía porque los adultos eran tan raros. El muchacho desconocía el egoísmo y la avaricia del hombre hasta el día que se encontró con el hombre de negocios. Mucho se parece también este adulto a los corredores de bolsa que se meten a la dura carrera de acumular riquezas. Su rutina consta de estar sentados en su oficina o cubículo la mayoría de horas que están despiertos. Cuando descansan siguen hablando de eso, sobre cifras, cuentas, subidas, bajadas, etc. Dicen llamarse emprendedores cuando no son más que avaros que solo piensan en el beneficio propio, el altruismo no existe para ellos, mucho menos las palabras “suficiente” o “basta”. Quieren superar a todos económicamente en una eterna riña entre quien es el mejor estratega en llenarse los bolsillos.

Al Principito no le simpatizó el hombre de negocios, ni viceversa. Eran dos polos opuestos. El corazón del niño era noble, libre de pecado y libre de perturbaciones. Nuestro héroe era feliz a su manera.


Frase 14: “Bebo para olvidar que soy un borracho.”

Responde el borracho al Principito cuando este último le pregunta ¿por qué bebe? Esta frase se forma juntando las respuestas del capítulo. En otras ediciones, el borracho responde con la frase: “Bebo para olvidar que tengo vergüenza de beber”.

Parto diciendo que el alcohol produce amnesia temporal. Pues, eso cualquiera lo sabe, pero lo recalco porque lo que dice el borracho en su capítulo es una realidad muy cruda, que algunos dan pena y a otros cólera, o quizá un poco de ambos, como es mi caso. Siento lástima ver a una persona que se hunde en el alcohol y a la vez me molesta sus actitudes malsanas. Es así. Ver a un individuo en el más aberrante estado de ebriedad causa repulsión al primer momento.

El borracho en El Principito de una forma u otra era consciente de que su miserable existencia. Beber lo hacía olvidar que era un desgraciado y que su vida estaba tirada por la borda. Estaba tan hundido en el lodo que sacarlo del fondo era tarea de valientes, de un profesional con mucha experiencia en el manejo psicológico de las personalidades, pero, en tal caso, más dependía del afectado y no del quien intenta ayudar. Si el borracho solo busca la solución de seguir libando para olvidarse que era un infeliz, e insiste en seguir dicho camino, nada se podrá hacer para sacarlo de su miseria. La familia y los buenos amigos suelen ser los que más luchan por sacarlos del vicio, porque no soportan ver a alguien que aman tan destruido por su falta de autocontrol.

El borracho tendrá más vergüenza si en su vida pasada había sido alguien influyente o importante, conocido por medio mundo por su intachable conducta y estatus social. Con más razón beberá, dado que en pleno estado etílico no se acordará que antes fue un hombre de éxito, y que por avatares del destino cayó en la más profunda depresión que lo obligó a refugiarse en las copas. Un borracho no es borracho porque quiere, las circunstancias de la vida lo llevaron a tomar tal decisión, podría haber sido la muerte de algún ser querido, la bancarrota de su empresa o tal vez una decepción amorosa que le rompió el corazón. Aquí es cuando el ser humano demuestra de cuán fuerte puede ser, es decir, de cuánta fuerza emocional tenga para dar la cara ante las adversidades y saber superar los problemas. Ya si sigue insistiendo en beber es porque empezó siendo un cobarde y ahora es un estropajo con la visión tapada; se encierra en su propio dicho y rechaza la ayuda porque no está seguro de si lograría levantarse y teme volver al mundo real, poniendo como escudo de mediocridad la frase “qué dirán”.

Si tuvimos las pelotas para hacer que nuestro hígado y estómago aguanten tanto alcohol, debemos tener también el coraje de enfrentarnos de nuevo a la sociedad y renacer como el ave fénix. Ya previamente escribí algo al respecto en el análisis de otra frase del libro El Principito, cuando menciono que tú eres el dueño de tus emociones, nadie tiene ni debe porque influir en tu estado mental, cada uno decide si lo toma de ofensa o lo deja pasar. Salvo que haya una conexión profunda entre ambos seres, la compatibilidad de pensamiento hará que ambos sientan casi lo mismo y al mismo tiempo. Eso ya es otro nivel cuando conectas con tu otra mitad mientras las auras van encontrando el equilibrio.

El Principito sintió lástima del borracho. La poca conversación que pudo entablar fue suficiente para descubrir la desdicha de los hombres. En la sociedad en que vivimos, a los que llamamos parias se los trata mayormente como animales o peor, ni siquiera se intenta ser capaz de acercarse a ellos para escucharlos mientras podrían estar sobrios. Hay pocos que lo hacen. Y esto sirve de mucho para subir el autoestima de estas personas, ya que quizá después de mucho tiempo alguien les trató como seres humanos o apareció un alma caritativa para tomarlo importancia aunque sea unos minutos. Eso los llena y los hace sentirse aún importantes. De que valen como persona y de que a pesar de su condición y aspecto todavía hay gente que no les tiene asco. Cuando son mirados a los ojos pueden al fin sentir nuevamente que tienen un corazón que late dentro.

Los borrachos como el Principito son el tipo de seres que más necesitan ser rescatados. Para ello debe intervenir una persona que verdaderamente siente amor por el prójimo y con vasta experiencia en las relaciones en los diferentes entornos sociales. Aparte de ser caritativo, debes tener dotes de psicólogo, para así mantener una plática provechosa con ellos. Lo primero que se debe de hacer, es darles seguridad y brindarles confianza, que ellos confíen en nosotros y nosotros en ellos. Que sepan que hay reciprocidad. Luego irán perdiendo la vergüenza a medida que se dan cuenta que alguien les está tomando en serio. El desdichado reflexionará y se cuestionará así mismo. Si a parte de alcohol está metido en las drogas y/o actos delictivos, el trabajo del psicólogo será mucho más difícil. En todos los escenarios se debe ser constante pero sin ser en extremo persistente, porque esto a veces resulta ser contraproducente, puesto que muchos adictos lo sienten como una espina en el zapato o un mosco que no deja de rondar por su alrededor. Es molestia e incomodidad para muchos de ellos. Puede que el Principito percibiera algo, y es por eso que se fue rápido y dejó al borracho otra vez solo en su planeta.


Frase 15: “Los hombres se meten en los rápidos, pero no saben dónde van ni lo que quieren. Entonces se agitan y dan vueltas.”

Dijo el Principito tras encontrar el pozo en el desierto. Muchas veces nos vemos metidos en eventos de los que no podemos salir sin ayuda, pero hay algo más que explicar en esta frase.

La mayoría avanzan por la vida sin saber a dónde irán a parar o sin ponerse a pensar por un rato al menos cuál será su destino o cuál es su misión u objetivo que deben alcanzar en la vida. Se lanzan al río sin saber si caerán en una cascada o desembocarán en un mar o un lago. Se dejan llevar por la vida con rumbos impredecibles porque evitan tomar el control, dejan que la canoa los lleve según la corriente del río, mientras los remos se pudren en el suelo porque les da flojera cogerlos, les da pereza total empezar a tener el control, dado que se lo atribuye como algo extenuante y aburrido. Estas personas se rehúsan a realizar cualquier tipo de esfuerzo, solo se sientan y disfrutan del paseo, se dejan llevar por el vértigo y la velocidad, eso les emociona y los hace sentir felices, ignorando qué peligros podrían aparecer en cualquier momento. Solo viven el momento sin medir las consecuencias. Y cuando se dan cuenta que cometieron un error, ya estarán en medio de un remolino de agua que poco a poco les irá sumergiendo. Puede que nunca conozcan el mar porque están demasiado lejos de él.

Cuando el Principito encontró el pozo abrió los ojos del piloto, y el hombre al fin supo que debemos seguir el instinto o los dictados del corazón para hallar lo que deseamos. En ese momento el pozo era lo que más querían ambos, o mejor dicho, el agua que había debajo. Pero el piloto no sabía lo que quería exactamente o no tenía fe de lo que podría encontrar. El Principito, con su confianza inquebrantable de niño, dio con la salvación que les saciaría la sed y les rescataría de la muerte.

Cuando tomas el remo, sabes a dónde quieres ir, con la convicción que tienes sortearás un sinnúmero de obstáculos y gradualmente te irás alejando de corrientes peligrosas hasta acabar en el buen recaudo de un mar o lago, donde podrás tomar el sol tranquilamente en la orilla y sentir el agua calma sobre tus pies. Esperarás el atardecer de tus días viendo los ocasos de la playa. Llegar allá no es fácil, pero cuando vivas allá sabrás qué es lo que realmente querías, claro que era ser feliz, pero ahora sabrás cuál era la forma correcta y segura de serlo. Muchos confunden la felicidad plena con los placeres mundanos efímeros. Lo fácil pierde rápido su valor o se deteriora en un santiamén. Lo difícil, una vez alcanzada la meta, no tiene fecha de vencimiento o, mejor dicho, no habrá nada ni nadie que lo desgaste.

Pensar como niño —lo dije decenas de veces en mis posts sobre El Principito— sirve de mucho en diferentes aspectos de la vida. ¿Recuerdan que de niños querían ser de todo cuando llegaran a ser mayores? Desde carpinteros hasta astronautas, o desde cantantes hasta gobernantes. Queríamos ser lo que sea y, por supuesto, estábamos seguros de que lo conseguiríamos. Y no ocurrió. ¿Cómo se explica? Muy sencillo: Cuando uno va creciendo, va tomando consciencia y la madurez es aprender a tomar mejores decisiones de situaciones que se originan en la vida adulta, principalmente de la realidad. Nos dejamos influenciar por la sociedad que año tras año le hará olvidar nuestros verdaderos sueños, quizá suenen descabellados, pero muchos de ellos podrían lograrse. Los adultos perdemos mucho: seguridad, fe, confianza, convicción, y otros sentimientos semejantes. Los factores externos cambian nuestra perspectiva de la vida, que no debe confundirse tampoco con madurez, porque esto es degradar nuestro espíritu y la madurez es aprender a tomar mejores decisiones de situaciones que se originan en la vida adulta, especialmente.

El Principito no tuvo que dar muchas vueltas, sólo marchar directo con una gran convicción hacia el pozo de agua. El piloto no tuvo otra opción que ir con él, ya que, aunque no sabía si sería una buena idea continuar, era su obligación acompañarlo. No permitiría que una inocente criatura perezca sola en el desierto. Pero el Principito sabía con seguridad qué encontraría lo que buscaba, y es por eso que pronunció la frase cuando llegaron al pozo.

-o-

De nuevo apliqué un poco de metáfora para el análisis de estas frases del libro El Principito. Me explayé como de costumbre, esperando sus apreciaciones al respecto. Más adelante vuelvo con otras tres frases.
Imagen
Lee más...
      editar

miércoles, 13 de mayo de 2020

Escrito 20:50 por con 0 comentarios

El Principito: Análisis a fondo de Frases del libro (Post Complementario – Parte 4) / Reseña Literaria

Imagen
Imagen
Lluvia de frases caen en cada capítulo del libro “El Principito, pero no son frases cualesquiera o las que se pasan de largo, pues, en su mayoría son frases célebres que hasta la actualidad han ido formando parte del uso cotidiano para expresar pensamientos filosóficos y reflexivos. Se cita a la obra de Antoine de Saint-Exupéry en múltiples veces en toda categoría de artículos, estudios e informes literarios, sociales y culturales. Aparte del libro, tuve la oportunidad de leer una serie de críticas tanto apreciativas como en contra. Bueno, en realidad de lo segundo sólo leí tres, cada una sin fundamento; más sonaron como a resentimiento o querella contra el estilo del autor.

No se olviden que clicando en el ícono del Índice pueden ver todos los posts sobre la novela ordenadamente para elegir el que deseen leer. A continuación, el análisis a fondo de tres frases del libro “El Principito”:

Frase 10: “Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar.”

Dijo el rey al Principito cuando el niño inquirió sobre su poder. El monarca no podía ordenar a una estrella que se desplazara más rápido sobre su órbita, así que solo pronunciaba mandatos que un astro podía obedecer según las leyes del universo.

El rey es como uno de los típicos gobernantes que abundan en el mundo. Ellos dicen tener un gran poder sobre su pueblo. Dicen que son capaces de tener dominio sobre todo, pese a que ni ellos se lo creen o se niegan a admitir. Cuando alguien no cumple o no puede cumplir lo que se le ordena, el rey simplemente, por no quedar en ridículo, afirma que esa persona lo hará en algún momento. Se jacta de ser magnánimo cuando interiormente se siente un desgraciado, porque, una vez pase un tiempo gobernando, se dará cuenta de que no tenía control sobre todo, más bien a sus palabras se las llevaba el viento y era un mortal más, tanto o menos importante que cualquier ciudadano o habitante de “su” pueblo.

Los gobernantes se ponen delante de la sociedad entera para ser escuchados, pero en realidad cada “oyente” cumple lo que puede o es capaz de hacer, incluso, otros no mueven un dedo y se quedan de brazos cruzados. Un gobernante jamás verá resultados rápidos en medio de un pueblo tan variopinto, tan disímil en clases, unas que brillan más y unas que brillan menos, así como lo hacen las estrellas del cielo que mientras más lejos se encuentren, más tarda en llegar la voz, en llegar la justicia y el mandato del quien dice ser supremo. Si hay presión o insistencia de lo último, el pueblo lo percibe como autoritarismo, pero si ni siquiera hay señal del Gobierno, lo sienten como desidia. Debe mantenerse un equilibrio. La voz de la autoridad debe ser escuchada por todos, pero aun así nadie gobierna a nadie, tampoco nadie es dominado por nadie. Cada uno es dueño de sus propias decisiones. Podrán obligarte a hacer algo, pero si te dicen por ejemplo salta cinco metros, no vas a poderlo, porque no se encuentra a tu capacidad o a la capacidad física del ser humano. Acá se habla de gobierno y dominio de las facultades del ser, eso nadie podrá contra uno, a menos que te modifiquen genéticamente o te implanten algún dispositivo, en este caso, se perderá la humanidad y la capacidad de decidir por uno mismo.

Un rey o gobernante no es Todopoderoso ni Omnipresente. No es capaz de controlar tus acciones, no sabe lo que haces ni lo que te pasa fuera de su vista. Tampoco es poseedor de tus tierras por más títulos falsos que él imponga. Tu eres el único que le da valor a lo que posee porque hay sentimiento de por medio. La tierra que tú cosechaste, la casa que con tu sudor construiste, el auto que con esfuerzo ahorraste para comprarlo, todo eso es tuyo; podrán quitártelo pero jamás le pertenecerá al otro. Cada cosa tiene parte de ti.

Llevar una corona en la cabeza o una banda en el torso no hace a uno rey o gobernante en el sentido estricto. El atuendo no hace al que le dieron el cargo. Se debe ser líder a cuenta cabal… Y para empezar, ¿qué es lo que hace a uno líder? Pues un líder, no domina a los demás, se domina así mismo. A todos los pone a su altura y como para que pueda verlos por igual, de frente a la cara, para poder conocer su sentir y compartir sus conocimientos, desde el más humilde al más sabio. Eso es lo que ya ninguna autoridad —creo yo— hace actualmente. Solo mandan y mandan, sin saber que nada logran, y si lo saben, lo ignoran o lo dejan pasar, porque la mediocridad les hace olvidar que han sido colocados para ser líderes, no déspotas ni tampoco incapaces.

Viviendo sentados en la comodidad del balcón o trono, una autoridad desmerece su cargo porque nunca aprenderá que es mancharse la ropa o encallarse las manos. Si no experimenta, si no es testigo de lo que pasa en su pueblo, no sirve para su cargo. Tener dotes de psicólogo ayudaría mucho, porque se identificarían mejor las problemáticas y su posterior solución.

No sé trata de pedir obediencia, el asunto es tratar de entender lo que pasa por la mente de un pueblo, y fuera de exigir lo necesario, saber por qué se lo hace o en qué beneficiará eso a ambos. Antes de hacerse entender es indispensable entender a los demás. Levantar la lampa o tirar la red para saber cómo es la vida en la sociedad.

Cómo ven, ser autoridad es un trabajo de tiempo completo para el bien del pueblo y del futuro del mismo. Gobernante que no cumple eso, es un vil mentiroso o vende humo. Es por eso que el Principito, decepcionado de la mediocridad de los adultos, se va del planeta del rey. El hombre de la corona, hasta el último momento no dejó de darle órdenes.


Frase 11: “Él se enamoró de sus flores y no de sus raíces, y en otoño no supo qué hacer.”

Un claro ejemplo cuando una persona solo se fija en el físico de otra. Como el dicho, “por la vista entra el gusto”, se refiere a que la primera impresión que nos llevamos de otro es por su belleza de rasgos o incluso en su forma de hablar. En el caso de una mujer, ella tendría que tener lindos ojos, labios sensuales, esbeltez en la cintura, caderas firmes y busto levantado, bueno, depende de los gustos de cada quien, o incluso el olor llamaría la atención, ya que este es un adormecedor efectivo. En el caso de un hombre, él debería verse atlético, con un buen corte, manos fuertes o paso seguro, ya también eso depende del gusto. En ambos cuenta mucho el aroma y el timbre de la voz, aparte del toque mágico que toda persona simpática tiene: una sonrisa encantadora. Con todas esas características solo se ven flores, ¿acaso nada podría ser tan perfecto? Esa es la pregunta que muchos se hacen al conocer a estos seres atractivos. Durante los primeros días, semanas o meses que se vaya conociéndolos más a fondo, se irán develando muchos detalles que a un inicio no percibimos. Como dice otro refrán “no todo lo que brilla es oro”, que hace mérito a las personas que se les creía dioses ahora no son más que simples mortales, con los mismos defectos que cualquiera.

Enamorarse de las apariencias es vivir engañado consigo mismo. A veces evitamos saber más de esa persona por temor a la decepción, y cuando ya nada es oculto o cuando el verdadero rostro sale a relucir, se prefiere seguir a su lado y pregonar que la relación sigue siendo perfecta como en un cuento de hadas. En vez de buscar soluciones, cubrimos la mentira, pues las raíces seguirán enterradas y nadie se enterará de que tierra brotó o cuál es el origen de tanta “perfección”. Solo seguirá viéndose lo que está arriba de subsuelo, dónde el sol alumbra y no donde yace el lado oculto o el lado oscuro (siendo un poco más tétricos), que es allí a donde se debe tomar más atención para encontrar un medio de mantenerse estable y fuerte ante cualquier embiste del exterior.

Evadiendo los problemas los complicaremos más. El diálogo es el mejor hidratante y la comprensión es la mejor nutriente contra la turbulenta vida dentro de una relación. En primavera todo es color de rosa, las flores son bellas y relucientes, atractivas y llenas de un delicioso perfume. En cambio, en otoño la belleza se marchita y salen a mostrarse las ramas, el tallo y algo de las raíces; ahora es donde nos fijaremos qué hay debajo o detrás de aquella beldad.

La decepción viene después de la primera impresión y lo que creíamos que es cien por ciento Amor, fue solo atracción por lo exterior. Así se inicia la comprensión de la realidad y será decisión de uno si decide luchar por vivir de nuevo la primavera o quedarse engañado en el fango del otoño. Cuando ambos batallen y aprendan a amarse desde las raíces a la copa o la punta de los estambres, les espera una primavera mucho más colorida.

Del “no saber qué hacer” se empieza: Si se va a construir una etapa de supervivencia en medio del otoño o si se va a escapar de los problemas, y de este segundo, salen aún dos opciones más, si se va a vivir con los brazos cruzados esperando que la estación cambie sin luchar, o, si se huirá en pos de otras rosas que le darán también falsas esperanzas, y sin dudarlo, volverá a vivir lo mismo dentro de un círculo vicioso. Él o ella serán personas de apariencias. Algunas prefieren vivir en el lujo y la ostentación cuando en realidad hay raíces que se están debilitando debajo, o, unas flores y hojas que se ennegrecen perdiendo su luz. El otoño nadie lo espera, pero llega. Llega sin previo aviso, y si no estás preparado te puede cubrir con sus hojas secas y dejarte sin seguir viendo los pétalos de bello contraste de las flores.

Aprender a amar los defectos y virtudes es el camino a amar por completo a alguien, a amar sin dudas ni inseguridades, ser tolerantes y luchadores.

La vida nos enseña a saber qué hacer. Las pruebas que se nos imponen tienen muchos acertijos que deben ser resueltos, pongámosle empeño y decisión, apliquemos la intuición y la colaboración mutua entre pareja. Que se cree una cohesión para solucionar los problemas y hacerlos como uno solo o en conjunto. Les juro que sí se puede. Lo digo por experiencia propia: encontremos el lado positivo de las cosas.


Frase 12: “Tener un amigo es un verdadero privilegio y si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que solo se interesan por las cifras y los números.”

Es una frase que nace al recordar el Piloto al Principito luego de que el muchacho partiera a su planeta B-612. ¿Cómo se expresa la amistad más sincera? Un niño puede responder perfectamente a esta pregunta. La amistad más sincera se expresa con un alto grado de empatía, dejando a un lado los intereses propios para preocuparse más por el bienestar del otro. Un amigo así es un verdadero privilegio, sería bueno llamarse dichoso y no afortunado, porque la fortuna no dura toda la vida, dado que sólo es temporal; sin embargo, la dicha tiene más tiempo de caducidad o es permanente, y una vez que en los sentimientos no quepa la duda.

Una persona adulta ocupa mucho su tiempo en el trabajo, o como dice la frase “solo se interesan por la cifras o por los números”, lo que recuerda a algunos de los habitantes de los seis planetas que el Principito visitó antes que llegara a la Tierra.

El adulto con el quien menos el Principito hubiera trabado amistad es con el “hombre de negocios”, un tipo que no tenía tiempo para otra cosa que no sea contar las estrellas del cielo, un hombre avaro que solo se preocupaba por acumular riquezas que ni siquiera le eran útiles. Se sentía feliz con las cifras que decía tener. En el mundo hay muchas personas con estas características, apostamos que ninguna tiene amigos porque su único compañero fiel es el dinero y las riquezas que acumula.

Cuando nos centramos en conseguir todo de forma desmesurada y vana estamos perdiendo nuestra alma. Nuestros esfuerzos no tienen un fin filántropo o humanitario. No existe en el léxico de estas personas la palabra compartir, porque quizá no han tenido la oportunidad de tener un amigo al lado con quién puedan aprender sobre la reciprocidad.

El mundo está plagado de sentimientos de interés propio, si cada ser humano podría ser capaz de sentir empatía por cualquiera que incluso acaba de conocer, tal vez no existirían las guerras o las divisiones entre pareceres. Se abrirían múltiples consensos en las diferentes sociedades o círculos de gente que buscan una solución. Las personas mayores, literalmente, dejarán de serlo. Y se los digo por qué: ¿Recuerdan al niño o la niña con quien jugaban durante la infancia, eran inseparables; y ahora, cuando se vuelven a encontrar en la calle se voltean la cara como si no se conocieran? A muchos me imagino que les pasa o les pasó esto. Dolerá un poco, pero así es. Ya nada volvió a ser lo mismo. Quizá fue una discusión que tuvieron de adolescentes y jamás pudieron resolver porque cada uno insistía en su dicho. Sea lo que haya pasado fue cuando dejaron de ser niños. Tal vez hubo sentimientos más fuertes que el otro no compartía del todo, y no porque sea egoísta, más bien porque había madurado antes o después. Cuando se crece, la empatía hacia el prójimo disminuye. Pero no por dejar nuestro cuerpo de niños debemos dejar de pensar como ellos. Eso no ayuda, complica aún más la vida. Viviremos amargados cuando algo no nos salga bien, insultaremos cuando alguien nos ofenda, arremeteremos con los puños cuando nos amenacen, y hasta se planeara asesinatos con tal de sentirse victoriosos.

Perdemos la inocencia al dejar de ser niños. Nadie tiene la culpa porque es inevitable. Aunque la influencia externa tiene mucho que ver en este contexto. Ahora con tantos medios de comunicación disparándonos imágenes, los niños se vuelven más susceptibles al cambio. De aquí debe partir la obligación de los adultos, en este caso los padres, para enseñarles a sus hijos por dónde debe encaminárseles para que crezcan siendo personas con un alto sentido de moralidad y análisis. Y este análisis más debe enfocarse en el prójimo que en las cifras que vemos día a día, y que en su mayoría son falsas. Si somos analíticos con los demás, podemos llegar a ser empáticos y volver a tener amigos de verdad que nos ayuden a crecer como seres humanos, continuando con el trabajo que los compañeros de la infancia dejaron a medias.

Entablar amistades perennes crea lazos tan fuertes como en una madre con su hijo o entre hermanos gemelos. Cuando uno de ellos se va de este mundo el lazo sigue intacto, pues la muerte solo es un estado del alma y como la conexión es invisible a los ojos es parte de ella. Cuando el Principito desaparece el lazo sigue intacto con el piloto, ambos viven en el corazón de cada uno, y ya lo dije con anterioridad.

-o-

Acá acabo el análisis de tres frases más del libro que tanto me encanta, “El Principito. Parece que esta vez fui un poco más extenso en la redacción de estas líneas. En fin, espero que la hayan disfrutado.
Imagen
Lee más...
      editar

sábado, 9 de mayo de 2020

Escrito 18:35 por con 1 comentario

El Principito: Análisis a fondo de Frases del libro (Post Complementario – Parte 3) / Reseña Literaria

Imagen
Imagen
El libro El Principito” tiene poco más de trece mil palabras. Es una obra literaria corta en párrafos, pero con mucho valor filosófico y moral. De lo poco que escribió Antoine de Saint-Exupéry, se recopila casi todo el texto de la magnífica novela. Las frases las hay por doquier, en cada diálogo de los personajes y en cada pequeña parte de la historia narrada. Lo normal en un libro, es encontrar frases que deben subrayarse o señalarse con un pósit cada cierto número de páginas que se van leyendo, la costumbre es marcarlas, por ejemplo, cada cinco o diez páginas; sin embargo, en “El Principito” no ocurre eso, ya que no es necesario pasar las páginas para encontrar una frase, éstas están en prácticamente todas, hasta diez en una sola. Algo que no he visto hasta ahora durante mi trayectoria de lector.

Veamos en seguida tres frases más en esta sección de la serie de análisis:

Frase 7: “Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo.”

El narrador, al final del libro, recuerda al Principito seis años después de su desaparición. Con decir “olvidar” no significa que en realidad quiera sacar a su amigo del recuerdo. Más que todo lo dice por el dolor que le causa el tenerlo lejos. Quizá no vuelva a verlo como lo hizo en su encuentro en el desierto, pero el niño siempre aparecerá en su corazón, no sin sentir nostalgia y anhelo de poder conversar de nuevo.

El piloto está seguro que el Principito vive en su corazón. Él le habla desde adentro, diciéndole cómo debe actuar o proceder en la vida diaria o ante las eventualidades que se le vayan presentando. El piloto dice que “no todos han tenido un amigo”, siendo esta la cruda verdad. Es difícil conseguir a una persona que pueda ser considerada amiga. Había dicho en anteriores posts que la amistad es tan profunda como el sentimiento del Amor. Y por ser tan profunda lo hace más difícil de conseguir. Simple y a la vez sabia la frase “el quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro”, porque para descubrir un tesoro se tarda y se padece mucho. El esfuerzo hará que sume puntos, el sentimiento será más inquebrantable y el lazo más seguro. Lo mismo sucede con el zorro. Es extraordinario que alguien aparece cuando más se necesita de su ayuda. En el Principito descubrimos que la mejor ayuda que se puede brindar al prójimo es la compañía, dado que ésta nos llena el vacío que día a día nos acongojaba el alma, que clamaba por poder compartir con alguien sus alegrías y penas. Fácil es estar rodeado de personas, pero si estas personas no se involucran con lo que sentimos, la amistad no es parte de la relación, sólo hay mero interés o sólo se eligen los momentos de felicidad para estar juntos. Aquellas personas están lejos de ser esenciales. Ni tú ni tampoco ellas conocen la amistad. Como dice Julio Cotler, un pensador peruano, “cada quien baila con su propio pañuelo”, frase en la cual se “expresa la extrema individualidad que se respira en la cotidianidad hace de cada ser una isla en un inmenso mar”. Con actitudes de este calibre jamás seremos capaces de trabar una “amistad real”. Dicha incapacidad de mostrar nuestros sentimientos, de abrirnos hacia una persona, se ha vuelto una de las falencias frecuentes en la convivencia de la sociedad moderna, donde el ritmo de la vida no deja tiempo para entablar vínculos fuertes, eso es cosa de antaño afirman muchos. “Nada gano perdiendo mi tiempo en compartir lo que para mí es privado”, podría ser la premisa básica que manda la cadencia social de la actualidad. De aquí emerge la pregunta: ¿Nada más concentrándonos en las “labores de adultos” nos hará exitosos? Tal vez a corto y mediano plazo, sí. Pero a la postre, en un futuro cuando todo lo que conseguiste sólo sean bienes materiales, percibirás a tu éxito como algo pobre y sin significado. Irás abriendo los ojos y verás que lo más importante es contar con un compañero o compañera que sea nuestro confidente, nuestro apoyo en momentos difíciles y no solo el quien te servía las copas en una fiesta ni quien se exhibía en las fotos para ganar popularidad tampoco quien te buscaba para únicamente complacer su deseo carnal; ninguno de ellos te conoce en realidad porque apenas ve lo de afuera.

Así podemos entender mejor que “no todos han tenido un amigo”. Por eso le creo más a una persona cuando me dice que tiene un solo amigo en lugar de cinco o diez. La vida es tan corta como para que una docena de personas se involucren a fondo contigo y tanto ellas como tú se crean lo más importantes en la vida del otro. Imposible es querer por igual a todos, siempre hay alguien a quien tienes mayor estima, cariño o afecto, aunque insistas en admitir lo contrario, con tal de no lastimar los sentimientos de los demás.

Durante el libro, el Principito traba amistad con dos personas, uno de ellos es el piloto, su propio yo de adulto, y el otro es el zorro que encontró mientras exploraba la Tierra. Con cada uno crea lazos aparentemente distintos, pero con una intención muy en común. Ambos son amigos que lo protegen, así él mismo intenta hacerlo, y lo consigue, claro. Los amigos son (o deberían ser) para siempre. Cuando consigamos uno, procuremos a toda costa no perderlo, más bien a seguir alimentando la confianza y el apoyo mutuo y desinteresado.


Frase 8: “El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parece oír las mías.”

Opina el piloto del Principito cuando no obtenía respuestas del niño, quién solo le preguntaba sin parar, hasta por la cosa más insignificante. Muchos han relacionado a esto como el egoísmo o la falta de consideración hacia alguien que no es tratado al mismo nivel. Sin embargo, no creo que el autor de la novela se refiriera a tales situaciones. Para empezar, el Principito es un inocente crío y, por lo tanto, no hay mala fe en sus actos. No responde, simplemente porque no se le antoja. Conozco muchos niños que son callados y retraídos cuando se los interroga, pues sienten incomodidad de contar sus cosas. Pero, con el transcurso del tiempo, se van abriendo con la persona adulta o van agarrando confianza con ella, hasta el punto de hacerse amigos. Todo este proceso en la obra de Saint-Exupéry, lo llamaría autodescubrimiento, precisamente, la capacidad de descubrirse uno mismo, tal viene a ser como un tipo de regresión a la etapa temprana de nuestra vida.
Los niños son más curiosos que expresivos muchas veces. Aunque estas dos características se manifiestan a la par cuando la persona mayor conversa con ellos o la compatibilidad de caracteres crece durante los estados de sociabilidad. El Principito hacía muchas preguntas al aviador, que hubo un momento en que llegó a hostigar al adulto, pero éste, rápido se dio cuenta de que para tratar con un niño es necesario ser paciente. Parece así que el piloto respiró hondo y se serenó para seguir departiendo con su nuevo amigo. Con cada dibujo que hacía a solicitud del Principito, trataba de escudriñarle la mente para comprender mejor su idea. Por lo normal, las primeras preguntas que un niño hace van precedidas de las interrogantes qué, por qué, para qué, dónde o cuándo. De todas, a medida que la curiosidad del niño se incremente, volverá siempre el clásico “por qué”, a saber la razón de un hecho hasta encontrar la respuesta más satisfactoria. No sé rendirán hasta que lo consigan, porque eso les brindará tranquilidad, y así serán felices. Esto es lo que se valora mucho de los niños: su capacidad de no tirar la toalla.

Si un niño te pregunta algo, respóndelo. Busca la respuesta más inteligente, pero aparte la más creativa, ellos adoran eso, porque es parte de su mundo. Trata en lo posible de no mentirlos porque luego se irán creando falsas ideas o conceptos. Enséñales a distinguir lo real de lo falso. Déjalos también disfrutar de su fantasía, juega con ellos, nunca reniegues, eso los hiere más que los golpes. Sacia siempre su curiosidad, llénales de conocimiento, recuerda que también fuiste niño y querías conocerlo todo. No les des la espalda cuando pidan una respuesta tuya. Se rápido e improvisa.

Todo niño tiene más preguntas que hacer que respuestas que dar. Satisface sus deseos cuando trate de descubrir algo nuevo. No olvides que ellos disfrutan de lo novedoso, o sea, de casi todo. Ven grandeza e importancia hasta en la piedra del suelo que los adultos pasan de largo. Lo observan todo. Lo analizan. Y lo primero que aprenden se queda grabado en su memoria, es como un tatuaje que no se borra. La mente del niño, por poseer creatividad y sed de conocimiento, es más compleja que la de los adultos. Por supuesto que debes pensar ahora bien en tus respuestas, midiendo el tono de tu voz y la cualidad de tus expresiones.

Recuerda lo siguiente: a un niño si le mientes, te cree; si le riñes, lo normal es de que llore; si le castigas con golpes, es posible que crees un resentido social o un rebelde; si eres muy blando con él, puede que sea muy dependiente de grande o espere todo del resto. No abras la boca sin antes haber analizado tus palabras, menos aún levantes la mano contra él. Presionarlo es cometer un error, tiene más derecho que tú a vivir su libre albedrio. Ni se te ocurra ensuciar su mente con cosas de adultos, serás el único responsable de crear un monstruo. Eduquémoslo haciéndolo ver cuál es bueno y cuál es malo. Que descubra él solo la maldad de este mundo, con que tú le enseñes a ser buena persona, está perfecto. De vez en cuando déjalo en paz, pero siempre observando sus movimientos. Si un día te sujeta de la mano y comienza a llevarte a algún sitio, no lo sueltes, deja que te guíe, y descubre dónde acabarán. Los niños son una maravilla, un libro que debe ser abierto para leerlo página por página. Oriéntalos por el camino del bien.


Frase 9: “Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal.”

Nadie es culpable de lo que sientes. La culpa la señalan los mediocres y los débiles. Mucho decimos que tal fulano o mengano me hizo daño, que hirió mis sentimientos, me ofendió o me causó molestia e indignación. Eres dueño de ti mismo, de tus emociones, el control está dentro de tu ser, y el mismo constituye la unión de varios trechos salvados por conseguir el más alto grado de autoestima o amor propio.

Muchos seguimos en proceso de mejorar nuestro autocontrol y quizá una sola vida no sea suficiente para ser un amo y señor de la mente, el cuerpo y el espíritu, todos en perfecta armonía. Esto se logra con muchas sesiones de meditación y reflexión. No es fácil, tampoco es un sueño lograrlo.

La experiencia también forma parte de la aventura de encontrar el control de las emociones. Ir rescatando lo positivo de cada evento hará que nos aleje de los pensamientos malos, como es la depresión, desesperación, humillación, enfado o ira, impotencia, congoja, etc. Creo que haría muy extenso a este análisis si sigo nombrando más emociones. Cómo dicen, aunque suene algo con doble sentido, “la primera vez duele”. Tal cual, antes de que las heridas sean tan simples como las causadas por pellizcos, duele tanto como una sacada de muela del juicio. La experiencia, por tanto, te hace fuerte, más de lo que crees, porque un día, sin esperarlo, dejarás de quejarte porque alguien te despreció, por ser feo de rostro o por no tener una profesión acreditada.

Se dice que no lo olvides porque tú eres el dueño. No demuestres debilidad, eso hará que te hundan más, te sigan buscando para hacerte tropezar y luego esperar a que se rían en tu cara, ya sea por tu fracaso o pérdida.

El camino para aprender a valorar es tan escarpado como ascender una montaña, tan lleno de obstáculos y abismos que quieren que pisemos mal. Una persona que se ama por lo que es, no ve hacia abajo, porque su mente le dice dónde pisar, el poder de su intuición es grande, andar cabizbajo lo hará verse pésimo, ellos pues ven hacia la cima de la montaña, porque allá es donde quieren llegar. En cambio, una persona con una autoestima por los suelos sólo tendrá su mirada puesta en las rocas o en el fondo del abismo, andará con pasos arrastrados, sin gracia y empeño; el temor de caerse hará que corra más riesgo de trastabillar y revolcar al fondo.

No mires hacia abajo por más deprimido estés, eso atrae mayor negatividad. Trata de absorber todas las buenas vibras, todo aquello que llene de satisfacción y nos haga sonreír. La vida acaba no cuando tú corazón deja de latir, la vida acaba cuando tú termines aborreciéndola. Somos mejor de lo que pensamos. La fuerza vive en tus pensamientos, no en tu cuerpo. El que humilla acabará humillado al final, pero eso dependerá de ti. No estoy diciendo que vayas a ponerte a su nivel, tú eres mejor que eso. Ignorándolos o dejándolos hablar solos es un inicio. El tiempo hará su trabajo. Mientras tanto debes seguir desafiándote, probándote hasta dónde eres capaz de llegar con tal de superar tus inseguridades. Trabaja mucho en eso. Debes enfocarte en el cambio. Tener la mirada fija arriba. No es suficiente con tener presencia, es también tener actitud. Vamos a llegar lejos con una mente poderosa, que ha tenido que entrenarse sin descanso, nutriéndose de la motivación que le vitorean sus voces internas.

Los traumas, lo más probable, provocan dos cosas muy distintas: uno es una depresión absoluta y el otro es una personalidad inquebrantable e insensible. Te vuelves débil o te vuelves fuerte; o también te creas un cambio según la actitud que tomes, partes de la zona más profunda, donde prima el sufrimiento, hasta que empiezas a escalar y llegas a la cumbre, donde habrás aprendido a amar la vida o habrás encontrado todo lo bello de las cosas. ¿Demasiado hermoso para ser cierto? De eso no dudarás cuando te hayas sacrificado durante toda tu ascensión. Tu éxito será real y el orgullo que sientas de él será grande. Tu vida y tus emociones estarán bajo control, te anticiparás frente a lo que sea, será imposible que te lastimen porque aparte de inteligencia cognitiva, poseerás inteligencia emocional. No sólo podrás responder preguntas a académicas o profesionales, serás apto y además cauto al responder un insulto o a un intento de agresión física. “La mejor victoria es vencer sin combatir, y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”, nos dice Sun Tzu, en su libro “El Arte de la Guerra”.


-o-

Y, ¿qué les pareció el análisis de estas otras tres frases de la obra literaria “El Principito”? Traté de concentrarme lo más que pude a pesar de lo duro que la estamos pasando en esta época de pandemia. Espero así aportar con mensajes de esperanza a quienes más lo necesitan. De dinero no dispongo, salvo para comer mi familia y yo; sólo tengo estas palabras para regalarles. Si estás leyendo esto el 9 o 10 de mayo del 2020, les informo que regresaré después de cuatro días.
Imagen
Lee más...
      editar